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miércoles, 25 de noviembre de 2015


Las vicisitudes del paraíso*

Texto y fotos de Enrique Moya

A través de Eddy, un joven balinés que hace de chofer para pagarse la carrera de abogado, el escritor austriaco venezolano residenciado en Viena, Enrique Moya, se acerca a las fuentes y claves culturales de la paradisiaca isla de Bali.  

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La sugerencia de un trotamundos neozelandés de viaje por la vecina isla de Java me lleva hasta un joven balinés que hace trabajitos de chofer para pagarse la carrera de abogado: Eddy. Su nombre real: I Made Supriadi. 
Eddy es multilingüe como la mayoría de los balineses. Habla, además de las lenguas nativas, balinés, bahasa y un inglés de uso turístico. En la isla el español es tan exótico como el balinés lo sería en Caracas. Sorpresa: Eddy se defiende hablando un español ocurrente en adverbios y preposiciones a destiempo. El precio que propone resulta moderado. Suma méritos más que suficientes para ser contratado. Eddy se convierte, pues, en chofer, guía y traductor de las lenguas locales por los poblados y lugares alejados de los turistas australianos que invaden como cangrejos las playas de Bali.

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Bali, pequeño paraíso rodeado de paraísos: al oeste la Isla de Java, el norte Borneo, al este New Guinea y las Moluccas; al lado, la hermana Isla de Lombok y más al sur, a dos horas de vuelo, las azulísimas costas de Darwin, Australia. 
Vivir en un edén no es fácil. Hay que sudar cada centavo para llegar a fin de mes. El trabajo es de sol a sol en los arrozales, en el turismo o en lo que salga. Un paraíso no siempre resulta paradisiaco. El calvario rezado por Eddy para ganarse el sustento sugiere que el paraíso, más que una geografía terrenal, es un estado del ser; un sujeto exterior anhelado e idealizado por quien piensa que no lo tiene, o vive inmerso en las vicisitudes que todo vergel comporta. Para Eddy el paraíso acaso se encuentre en algún lugar de la vasta inmensidad oceánica de la Polinesia. No en el caótico tráfico motorizado de Denpasar que, en horas pico, puede llegar a ser tan infernal como en Caracas o Bombay. 


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A sus veintitrés años recién cumplidos Eddy parece tener una idea bastante clara de los retos de su entorno. Sus prioridades no destilan ambición desmedida. Sí, la convicción de quien se siente preparado para enfrentar los desafíos de una ínsula convertida en paraíso para turistas extranjeros. Primera meta: terminar la carrera de Derecho en la Udayana University de la isla. Luego de graduarse (faltan tres semestres) ocurrirá un acontecimiento fundamental en su vida: será designado cabeza familiar mediante ceremonia en su pueblo a las afueras de Denpasar. 
No es primogénito, pero valga el hecho y derecho de haber nacido varón. Eddy heredara todo. Bienes materiales, responsabilidades seculares y religiosas de la familia; todo en sus manos. 
En las religiosas, será encargado de dirigir las oraciones del día y las efemérides del calendario religioso y familiar (bodas y asuntos similares). Eddy es devoto creyente que gusta mucho rezar. Como en toda casa balinesa, en la suya hay un jardín con altar siempre remozado con flores frescas y raciones pequeñas de comida para sus dioses más venerados. También en la acera de su entrada, por si algún dios vagabundo pasa y le apetece. 
Eddy heredará también importantes decisiones familiares: su hermana mayor, la primogénita, deberá pedirle permiso para casarse. En caso de él negarse, ella puede pedir a su enamorado que la secuestre…costumbre ancestral de Bali que tiene su truco y beneficiosos efectos prácticos: con el hecho consumado, dote matrimonial, tipo de ceremonia y celebración reducen notablemente su coste.  
Eddy ya ha conversado con el novio sobre las modalidades y fechas de tal secuestro. Muy en confidencia, desde luego, no es asunto para la primera plana de los periódicos. La economía familiar no está para tirar cohetes. Pero la cuestión no es sólo de índole crematística, el ritual del secuestro también tiene su simbología. Entretanto Eddy gestionará los aspectos legales de la vida de ella hasta su boda. Cuando el tal señorío pasará al marido. En adelante también tendrá que cuidar del futuro de sus padres. 
En sólo tres semestres las responsabilidades de Eddy aumentarán dramáticamente. A ningún joven occidental de veintitrés años le haría gracia recibir herencia tal. No en vano Eddy se propuso estudiar Derecho. 
Será el primer egresado universitario de su familia desde que tienen memoria de sus ancestros, procedentes siglos antes desde algún lugar de la Polinesia. 
En Bali hay demanda de abogados: las leyes locales exigen para hacer negocios en la isla, tener socios balineses. Bali no debe convertirse en un lugar de asalariados –aspiran–, sino en sede empresarial internacional que garantice a los locales participar de las riquezas. Eddy se ve en el futuro como socio de algún proyecto empresarial o como asesor legal de inversionistas extranjeros. 


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A través de Eddy me pongo al tanto de los complejos vericuetos de la lengua balinesa. Un aspecto central de esta cultura es la mutación constante del idioma balinés en la interacción social. Lo observo cuando deseo averiguar un aspecto específico de la cultura y Eddy hace de traductor en los poblados del interior de Bali. No depende de factores lingüísticos exclusivamente, sino de mutaciones que operan en virtud del protocolo establecido por el Sistema de Castas. 
Bali es un oasis hinduista en medio de ese vasto archipiélago musulmán que es Indonesia. También un oasis en todo el mundo hinduista, pues su sistema de castas ha eliminado la de los intocables 
La sintaxis se deconstruye a medida que avanza la conversación. El idioma adquiere una intempestiva dualidad. Los interlocutores intentan ubicar, a través del léxico o la fonética, su locación de pertenencia en la intrincada cosmogonía socio-lingüística establecida por su religión. 
En los países hinduistas las castas se reconocen entre sí a través del contacto visual (la forma de vestir, la quincallería del aspecto) y de la gestualidad desde hace siglos asumida que le hace juego. En Bali al no ser el aspecto físico y la vestimenta tan diferenciados entre unos y otros, no son determinantes inmediatos para señalar el rol social a simple vista. Es entonces el lenguaje lo que determina la casta de pertenencia de interlocutores que no se conocen. 
Una vez ubicada, los registros sintácticos, fonéticos y lexicográficos varían bruscamente. Estos  cambios de registro socialmente obligatorios –según el orden de prelación que tutela el sistema– se dan, sobre todo, en las castas medias e inferiores hacia las altas. Las altas mantienen, como clara señal de su importancia y poder social, su propia identidad lingüística. Y hacen uso permanente del poder que la mitología de sus creencias les ha otorgado en ese sentido. Pero es lógico deducir que el poder semántico de la lengua balinesa de las castas bajas y medias es más rico y de mayor variedad sintáctica que el de las altas. Pues las bajas interaccionan con todas, mientras las altas sólo interaccionan, casi exclusivamente, entre sí. 
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A la pregunta de si cuando herede todo dará algo a su hermana mayor, la primogénita. Eddy contesta: la quiere mucho, ha sido una segunda madre para él; pero no. Eso no forma parte de su tradición. No estaría, además, bien visto. Sería socialmente sospechoso. Podría poner en duda la autoridad de su futuro liderazgo familiar. Las cosas son como son. Él es el varón de la familia. Y no ve  razón alguna para ponerse sentimental como si fuera un occidental. Con la misma tesitura Eddy defiende el mantener a raya a su novia formal. Es el amor de su vida, confiesa, pero considera que mientras menos enterada esté del amor que siente por ella, mejor. «Sino no vame luego [a] respetar» (sic), acuña en su particular español. 
No percibo malicia cuando afirma que ha dado salida a la tensión generada por el amor que siente por su novia, con otra noviecita de un pueblo al este de Denpasar. No pasa nada. Excepto constatar que ciertas actitudes de escándalo en occidente, se asumen en Bali con indulgente naturalidad. Desde hace siglos ciertas culturas de las antípodas oceánicas han aprendido a lidiar con el sentimiento unipersonal y el incorregible ir y venir del instinto. 
Bali es una sociedad organizada, simbólica e institucionalmente, por el varón. La  occidentalización debido a la tecnología de la comunicación, ha empezado a reorganizar las tradiciones y costumbres de la Polinesia y el Sudeste Asiático. Lo cual está convirtiendo a las mujeres balinesas en actoras más activas de los procesos sociales de la isla. Su rol, sin embargo, sigue estando en un plano visiblemente menor respecto al varón.

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Por su trato con occidentales Eddy conoce otras versiones de asuntos similares más allá de las fronteras de su isla. No usa correo electrónico, carece de internet en casa; pero ha encontrado en el celular un dios omnipresente que lo acompaña en el bolsillo. El WhatsApp, ha sido para Eddy un descubrimiento tan mágico y efectivo como el mejor de los mantras. En Asia la tecnología se ha convertido en una religión de feligreses radicales. Ese occidente tan raro y misterioso para él, como para nosotros las costumbres asiáticas o polinesias, ya lo es menos. 
Se ha convertido en fanático de los descubrimientos. Un teclado y pantalla táctil es una mina de extrañas y nuevas formas de aprendizaje: Eddy afirma haber aprendido a hablar español a través del WhatsApp. 
Dejando atrás la cima del Monte Agung Eddy relata su anhelo más ferviente. Desde hace tiempo reúne dinero para dar forma a esa aspiración. No se trata del último modelo de IPhone o la reciente pantalla de plasma. Tampoco una moto de alta cilindrada para sustituir la suya, convertida en vejestorio. Por insólito que parezca, la ilusión de Eddy es adquirir una puerta nueva para la entrada de su casa. 
No se trata de cualquier puerta, naturalmente; ésta vale un ojo de la cara. Raros anhelos que sólo un balinés puede comprender, pues en la isla de Bali –declaran los entendidos– se encuentran los artistas talladores de madera más notables del mundo. Y sus puertas talladas son consideradas por los marchantes internacionales obras maestras dignas de ser exhibidas en museos. (Este artículo es publicado conjuntamente en el Papel Literario de El Nacional, Venezuela)
          *Tomado de Con-Fabulación No. 402 
    

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