«Es mejor que dejen morir a Márceles Benavides»,
La extraña criatura de un escritor
Por Gilberto García M
La novela «Es mejor que dejen morir a Márceles Benavides» es una sucesión de hechos aciagos que se desencadenarán en la vida de una criatura, desde el mismo momento en el cual Lucila Sanabria, su madre, advierte que está embarazada no con la satisfacción natural producto de la gravidez sino por las dificultades que se añadirán a las ya presentadas en la familia Benavides Sanabria que por la época ya contaba con nueve miembros.
Así que, un nuevo vástago venía a complicar la ya precaria y difícil situación de la estirpe.
Confesará más tarde la mujer que Márceles Benavides nació enfermizo, sus mejillas permanecían hinchadas, atribuida esta afectación a una enfermedad anémica.
Sin embargo, y progenitores al fin fue mucho lo que los Benavides Sanabria hicieron para salvarle la vida a Márceles, algunos vecinos recomendaban remedios caseros.
Otros más atrevidos reiteraban: «Es mejor que dejen morir a Márceles Benavides», como única alternativa para acabar con el sufrimiento del engendro, pues la verdad es que el niño daba lástima, «una miseria humana mejor que se muriera», parecía lo evidente.
Con la frase lapidaria comienza a erigirse un argumento conmovedor, desgarrador algunas veces, pues la vida de nuestro personaje se hallará signada por los reveses en las distintas iniciativas y empresas que acomete.
Enmarcada en Magangué, la historia va tejiendo los hilos de una pobreza singular que colocan en evidencia—luego de que «El Aventurero», apelativo con que se conocerá al protagonista a lo largo y ancho de la historia, tiene conocimiento de esa miseria, sus alcances y derrotas—la necesidad de rebelarse contra esas penurias e indigencias, aceptada con sumisión por los Benavides Sanabria, pero no por él, quien en la medida de las circunstancias se siente asfixiado por el tránsito del malestar económico.
Uno de los momentos que sembrarán en «El Aventurero», la constancia y perseverancia frente a los golpes y avatares con que se ensañará la singular pobreza, recuerda él, lo constituye la ceremonia de su primera comunión, no por el rito en sí, sino por el sacrificio que hicieron sus progenitores al regalarle pantalón y camisa, cuando las familias humildes celebraban la ceremonia con trajes de alquiler.
«Ese día fue uno de los más felices, nunca pensó que en medio de tanta pobreza Márceles Benavides celebrara con su propia ropa…», se lee en la novela.
No es pues banalidad afirmar las vicisitudes, penas y dificultades con la que este muchacho emprende la vida, difícilmente puede estudiar, pero advierte la templanza de carácter que le permite reconocer que Márceles Benavides no nació para una vida de conformismo, es decir, atado a las labores del campo, no.
Inicia, entonces, un periplo por la vida sin ese miedo visceral que produce el no tener un pasaje de regreso, y la indagación en tierras que no conoce de un tío o una medio hermana desconocidos.
Escenas como cuando aborda el autobús, sin dinero para pagar el pasaje, o aquella en que el hambre lo hace pensar en Dios, una y otra reafirman esa fuerza espiritual que en vez de socavarle lo engrandecen en esa ruta de la vida en que el hombre percibe el sufrimiento pero no retrocede.
Es una novela de testimonios, una novela de derrotas y de triunfos en el último capitulo. Una historia en la que está presente una fuerza de voluntad, un Dios del cual se agarra «El Aventurero» para no desmayar.
Personajes que se pasean por un escenario en que se percibe el contraste entre el alma buena y sensible de Márceles Benavides y la del Ángel Maldito, quien irrumpe en la vida del protagonista como una persona amable y de fiar pero que después enseña su verdadero talante de hipócrita y demonio.
Sufre Márceles Benavides, pero cual soldado aguerrido vuelve a levantarse luego de la derrota, hay en él una disposición singular, sabe que la única manera de vencer la fatalidad, la pobreza en sí generadora de una condena generacional, es su sacrificio, expiación que librará a su familia de una maldición recurrente pero que «El Aventurero» con su abnegación, honradez y paciencia logra desentrañar.
Hay en la narración un volver sobre el personaje, una reiteración para insinuarle al lector el triunfo de la vida sobre las adversidades, hasta el último momento Márceles Benavides no deja de ser, en la peor dificultad él está blandiendo el estandarte de la victoria.
«Levántate», pareciera decir, «Tú eres un vencedor, sigue adelante».«Es mejor que dejen morir a Márceles Benavides», es una novela para valientes, una novela de egoísmos y de sentimientos encontrados, que se inicia con la pobreza, trasciende entre los triunfos y reveses económicos, perdura en la consecución del titulo de abogado por parte de «El Aventurero», que se tropieza con los nuevos descalabros económicos pero finaliza con la reflexión de Márcelos Benavides de haber logrado que su generación se haya librado de esa maldición «de no haber hecho nada contra la pobreza».
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