Vicisitudes y cotidianidad de un escritor de extramuros
Por Gilberto García Mercado*
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Fedor Dostoievski |
Cuando se vive en un barrio de extramuros el escritor se enfrenta a varios universos. Y digo que a varios universos porque, en ese reducido espacio, confluyen las bondades y maldades del género humano sin que nadie salga herido, pero si se es residente del lugar.
No conozco el caso de alguna persona bondadosa que haya tenido problema con otra mala, por habitar en el mismo barrio.
Aquellos sucesos que se salen de lo normal, quizás sucedan porque ya vienen signados por la Providencia y, porque se sitúan hacia el polo negativo de esta zona de extramuros que no quiero nombrar.
Sucesos que podrían ser la excepción a lo expresado con anterioridad, de que el bien y el mal en un barrio como el nuestro, se miran la cara, no se saludan pero es como si constantemente lo hicieran, se respetan y, a pesar de alguna piedra de tropiezo se levantan y, ambos continúan ese camino de todos los días, crucificados por la opinión pública del escarnio y la ignominia, simplemente por habitar en una zona de extramuros.
En estos confines de lo urbano la Literatura es la misma ya seamos franceses, chinos, alemanes, ingleses o hispanoamericanos. Lo que la hace diferente es el apoyo que le pueda dar el Estado, los organismos descentralizados, la empresa privada, universidades y colegios para que se pudiera decir, en aquellos tiempos como ahora, por ejemplo, que la mejor literatura sigue siendo la rusa.
Y por consiguiente sus 10 mejores novelas de todos los tiempos son: Las Almas Muertas de Nikolai Gogol, Oblomov de Iván Goncharov, Humo de Iván Turguenev, Crimen y Castigo de Fedor M. Dostoievski, Resurrección de León Tolstoi, Los Artamonov de Máximo Gorki, Sachka Yegulev de Leónidas Andreiev, Sujodol de Iván Bunin, El amor de Juana Ney de Ilia Ehrenburg, y El don apacible de Mihail Cholojov.
En un barrio de extramuros se halla la mejor Literatura, el problema es que no ha llegado si quiera un genio que la haga trascender. Tampoco la ayuda requerida para estimular a tantos noveles escritores cuyo talento se ignora, y que a causa de tantas vicisitudes, en el camino resbalan y caen, desmayan, y ya no vuelven a levantarse jamás.
Declinan y, terminan tirando la toalla en su último round contra las adversidades que se oponen a la narrativa, el cuento o la poesía.
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Máximo Gorki |
«Las mejores novelas y cuentos aún no se han escrito» escucho decir a menudo y, me valgo de tal expresión para reflexionar pues estoy en el barrio indicado, abrazando la buena Literatura que fluye en esta zona de extramuros.
Sin embargo, es bueno reiterar que en una zona excluyente al escritor se le margina, los servicios públicos no son los mejores, los menores de edad ya fuman la cannabis sativa, el hacinamiento en las viviendas es cosa singular y, un vecino te prende un pick-up desbordando los límites de los decibeles permitidos el sábado por la mañana y, lo apaga el lunes por la noche.
Aquí se refugian los bandidos, el farsante que se sube a los buses diciendo que es ciego pero que a la vuelta de la esquina, lo producido por su labor de vivir a expensas de la misericordia de la gente, se lo harta en cervezas para volver con los mismos escrúpulos al día siguiente en la misma faena.
Este tipo de situaciones representan para el escritor, llámese sobreviviente del Holocausto que encierra la Literatura su mejor escuela, su mejor universidad pues aquí se tropieza con todas las pasiones, los problemas del espíritu, los dones para bien o para mal del hombre.
La Literatura, dependiendo del talento que la escriba saldrá siempre bien librada. Hay tantas historias por desentrañar, tantos comportamientos extraños y disímiles que la narrativa y la poética siempre andarán de fiestas por estos barrios de extramuros…
En busca de fijar una posición del escritor frente a las atmósferas y ámbitos de estas zonas marginadas, bastará decir que el narrador siempre tendrá algo que contar, una hipótesis que plantear, una conducta que aplaudir o sancionar, una visión universal contemplada desde los umbrales de la pobreza, la violencia y la drogadicción.
Es, pues, la perspectiva que en el plano personal dejan muchas enseñanzas, a partir de la cotidianidad en una comunidad que parece que hablara distintas lenguas pero que las une y entiende un fuero interno, algo relevante, que permite que el agua y el fuego convivan en el mismo escenario.
Alguien alguna vez me decía, «¿cómo puede escribir usted en un barrio de extramuros?».
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Leon Tolstoi |
Pero enquistado como estoy en la barriada, hay más dificultad cuando escribo fuera de mi entorno que cuando lo hago en él. Hay tanto material en todos los aspectos, que el escritor se convierte en un vigía, en un confidente de almas, en un curador con la palabra, en un observador de la mujer perezosa que prefiere vender su cuerpo que trabajar.
Aquí se halla también la concubina que se levanta a las once de la mañana y, la señora del servicio es la madre a quien la concubina paga sus favores.
En estas zonas marginadas se aprecia el aliento de aquellos personajes que, como en A Sangre Fría —la Literatura de No Ficción— el escritor norteamericano Truman Capote tomó para escribir y recrear, quizás, su obra capital.
En una cárcel de la vida, en donde todos vivimos recluidos, ya sea por esta o aquella circunstancia, algunas veces se cohabita con personajes que cumplieron una condena y experimentaron en carne propia el infierno de las cárceles.
¿Qué hay entonces en esas mentes, algunas veces limpiadas por la pena, y Dios, y otras veces acumuladoras de venganza y amargura, con las ganas de reincidir luego de purgada la condena?
El caso del psicópata Garavito es un ejemplo recurrente, luego de expiada la pena se aferra al Salvador como una forma de remediar ese comportamiento terriblemente repudiado por la sociedad. Este grotesco personaje ya es un atractivo literario para que el fabulador con la belleza de la palabra escrita desmenuce a la posteridad las oscuras perturbaciones de un alma quizás pagana y sufrida que busca la redención…
Entonces El Cartucho en Bogotá, La Chinita en Barranquilla, o las Comunas de Medellín son lugares privilegiados, por citar unos cuantos, privilegiados en el sentido que los fenómenos que se dan en la Literatura Universal se hallan presentes en estos barrios marginados.
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Mihail Cholokov |
No es extraño entonces darle tarjetas de bienvenida a la Literatura Urbana, con el pálpito del ciudadano que vive el día a día de una sociedad de consumo desgastándose, por aparentar lo que no puede ser.
Aparece el género de la Novela Negra mezclando dramas, asesinatos para alimentar la pasión de un lector morbo.
Al iniciar este trabajo hablaba que el narrador se enfrenta a varios universos, cada personaje que habita en nuestros barrios de extramuros, es un escenario único, un ámbito en donde hay algo de particular, o la conducta si se pudiera decir exclusiva, de ese alguien o personaje que representa ese micro universo.
¿No es entonces ese singular escenario en donde se mueve y cohabita el Psicópata Garavito, un espacio único?
Nadie más que él sabrá explicar las oscuras perturbaciones que lo llevaron a ser el personaje principal de su Novela.
Entendido así, podría colegirse que el escritor que se inicia en nuestros barrios de extramuros es un bendecido por el Dios de la Literatura, por el sencillo hecho de que este es el lugar donde confluyen las pasiones humanas, presentes e inherentes en el expendedor de drogas, delincuentes, prostitutas, escritores, pastores cristianos, sacerdotes, veteranos de guerras olvidados por siempre, boxeadores, artistas, etc.
Es un bendecido porque aquí encuentra el artesano de las letras todo aquello que al escritor natural, se le dificultará adquirir si no habita en un barrio de extramuros.
Mientras que el escritor natural para explorar los ámbitos que integran la comedia humana tiene que hacer maromas y malabares, el narrador de extramuros recibe toda la información, la descripción y las atmósferas con una gran ventaja: el fabulista se las goza, y si le toca la fatalidad de cohabitar con la verdadera pobreza, nadie más que él para trasladar todas esas pasiones a la Literatura de Extramuros.
En treinta años de convivir entre diversos micro universos he comprobado que quienes lo integran hacen desde los inicios en esa sociedad de extramuros un pacto tácito entre ellos. A pesar de vivir los malos y bondadosos en un mismo lugar, aprenden a respetarse, no violan esas fronteras que limitan los territorios y, aunque parece absurdo, los unos cuidan de los otros y viceversa.
En cuanto a los que delinquen, quienes optan por ello asaltan, agreden y, hasta asesinan como en todo barrio de extramuros pero raramente la victima pertenece a la comunidad.
Por estas calles abandonadas abundan los poetas, narradores, cantantes y todo aquello que signifique vida, es decir, lo que el ser humano inspirado en la belleza de la palabra escrita, crea, en los trazos de unas manos y una policromía escarbada, arrojada luego desde las llanuras del alma, para ofrecer así la habilidad o destreza que desde tiempos milenarios se conoce como Arte.
En Cartagena se presenta una situación muy particular. Con esa herencia de lo Colonial pero también con las ventajas de ser Patrimonio Histórico y Cultural, el arte en todas sus manifestaciones aflora como si estuviera renaciendo desde las cenizas del olvido.
El folclor, y sobre todo aquello que deriva de culturas milenarias, afrodescendientes e indígenas —el raizal de la Urbe— está llevando sus creaciones desde las zonas de extramuros para colocarlas en medio de una plaza colombiana, reclamando ante Colombia y el mundo una puesta en escena de la cotidianidad nacional en procura de volverla universal en esa lucha de David contra Goliat.
Se reclama entonces así la atención del ciudadano universal para con lo que se crea, se fabrica y, produce en el país.
Así la ciudad se ve abordada por los grafitis, por la literatura de la novela negra. Por un literato que argumenta que los extraterrestres son los dioses del cosmos. Por la champeta con ese particular toque cartagenero, por Ane Swing que no desmaya en revelar las creaciones y los bailes de sus ancestros matizados por los nuevos ritmos modernos.
De tantas vidas paralelas en estos lugares de barriada, nadie podrá decir que por aquí no se pasea ese personaje psicológico y absurdo, de Dostoievski, en su novela corta Noches Blancas.
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Nikolai Gogol |
Ni El Satanás de Mario Mendoza, o El ruido de las cosas al caer de Juan Gabriel Vásquez, (nuestro orgullo Premio Alfaguara), tampoco dirán que por aquí no se pasea La noche de la Trapa de Germán Espinosa, ni El Reino Errante de Jorge García Usta. ¡Si Melquiades y Úrsula Iguarán no hacen más que deambular por estas calles! Todos ellos cohabitan en estas franjas de extramuros, es la gran ventaja del fabulista que reside aquí, solazarse con esa pléyade de personajes.
Por último: el Gobierno decide sobre estas paredes y calles destapadas de nuestros barrios urbanos. El escritor es un testigo del tiempo que espera.
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